Cuando el infante de marina Johnny Cárdenas vio que una sombra se acercaba a él no sintió miedo hasta que se percató de que esta no tenía pies. Aunque tenía el fusil terciado al hombro y listo para ser usado no intentó levantarlo contra lo que sus ojos estaban observando con recelo. Lea también: La ‘guerra maldita’ que se libra en Colombia.
“Tenía el tamaño de una persona. No venía ni tan rápido ni tan lento. Pero venía directo hacia mí y lo hacía sin apoyarse en tierra. Venía volando”, contó Cárdenas.
Eran más o menos la una de la madrugada y aunque esa noche no tenía que prestar guardia estaba acompañando a Rodríguez, otro soldado, uno de sus buenos amigos que desde días atrás estaba siendo acosado por una presencia maligna, al parecer, una bruja. Lea también: Las nueve vidas del general Humberto Guatibonza.
Los militares se encontraban en ese momento en las montañas de Carmen de Bolívar, por los lados de El Salado, en un municipio llamado Chalán (Sucre).
La madrugada en la que Cárdenas vio el ente oscuro confirmaron que lo que atormentaba a su amigo era una bruja.
Cuenta el soldado que la presencia de aquel ente la empezaron a sentir desde que bajaron al pueblo y su amigo, un picaflor empedernido, entabló relación con una muchacha a quien enamoró y luego dejó.
Días después de haber regresado a la espesura de las montañas para seguir con el patrullaje, las noches del infante enamoradizo empezaron a ser extrañas. Vea también: (Video) ¿Este soldado está poseído por una bruja?
Rodríguez empezó a sentir golpes mientras dormía en la hamaca. “Se levantaba exaltado creyendo que nosotros, sus compañeros, le estábamos jugando una broma, pero no era así. Los golpes, según él, eran cada vez más fuertes”, relató Cárdenas.
El pánico invadió a aquel militar picaflor cuando una de aquellas noches lo golpearon muy fuerte. Intentó levantarse de su hamaca pero no pudo. Según se lo narró luego a sus camaradas, una fuerza lo mantuvo oprimido sin poderse levantar de donde estaba. Quiso gritar, sintió que lo hizo, pero al parecer ninguno de sus compañeros de escuadra, ni siquiera los que dormían junto a él, lograron escucharlo.
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